martes, 25 de febrero de 2014

La inmigración


Los flujos migratorios son parte de la Historia de la humanidad. Desde las migraciones humanas impuestas por Alejandro Magno para fusionar las razas y culturas de su enorme imperio, con la intención de crear una única entidad política y social, hasta las migraciones de los pueblos bárbaros. Aquellos pueblos germánicos, nórdicos o esteparios que buscaban nuevas y mejores tierras en las que asentarse o que simplemente huían de la presión expansionista de otros pueblos aledaños. Sin olvidar las conquistas y colonización de Las Américas por parte de los españoles, entre otros muchos casos. En la actualidad los movimientos migratorios son (básicamente) de dos tipos: los refugiados que huyen de guerras crueles o los que buscan una vida mejor en los pretendidos paraísos económicos que aparentan ser los países industrializados.

El análisis de éstas últimas resulta arduo al implicar a gran número de diferentes pueblos, culturas, religiones, niveles culturales, orígenes geográficos,… Pero en general se pueden observar dos efectos comunes: el beneficio económico que han representado por su aportación a la economía como capital humano y el miedo o rechazo que han podido llegar a producir en algunas zonas o sectores de la población.


En un tiempo de bonanza económica, donde se necesita gran cantidad de mano de obra y técnicos cualificados, es muy deseable la recepción de inmigrantes para el crecimiento económico. Claro que los inmigrantes no se dedican sólo a trabajar, también necesitan de servicios sociales como hospitales, colegios, cursos de idioma, mezquitas, centros de acogida,… que implican unos costes para la sociedad que los acoge. A lo que habría que añadir todos los efectos propios de un importante aumento de la población.

Así, podríamos decir que una cierta cantidad de inmigración es positiva, pero que una inmigración descontrolada puede resultar negativa. Por tanto, no se pueden abrir las puertas de par en par a la inmigración porque los recursos son limitados y la capacidad de absorción por parte de la sociedad receptora también lo es.

Lamentablemente, este tema tan importante en lo económico, en lo social y en lo humano suele utilizarse demagógicamente por los políticos, ONGs y parte de la sociedad. Y es un tema tan importante, especialmente en lo humano, que debería tratarse en serio y con rigor.

Se ha llegado a caer en la ingenuidad pueril de presuponer que la inmigración será la solución a graves problemas de occidente como son el descenso de la natalidad y el futuro pago de las pensiones. Los inmigrantes vienen en época de bonanza económica, como es lógico. En épocas de dificultades económicas vuelven a emigrar, como los nómadas, en busca de pastos frescos. No tienen arraigo. Con lo que es en épocas de dificultad, precisamente, cuando no podemos contar con ellos para solucionar los problemas demográficos o de pago de pensiones.


Por supuesto, aún en época de grave crisis económica continúa la voluntad migratoria desde los países más desfavorecidos hacia los que mejor están. Pero cuando los países ricos tienen altos índices de desempleo, endeudamiento, recortes económicos y sociales,… el aumentar la población, una población necesitada, implica el agravar los problemas.


La inmigración no debe plantearse como una obra de caridad de los ricos a los pobres, ni como una oportunidad de los ricos para aprovecharse de los pobres, ni como una parasitación de los pobres que pretenden aprovecharse de los ricos. La inmigración debe enfocarse desde la simbiosis. La inmigración es beneficiosa para todos cuando está adecuadamente regulada. Y para ello es necesario:
- minimizar el “efecto llamada”, tanto aplicando las leyes, como con campañas informativas y divulgativas en España y en los países de procedencia de los inmigrantes.
- acabar con las bolsas de inmigrante ilegales regularizando su situación o deportándolos, según proceda. De preferencia la segunda opción y con mucha publicidad, como “efecto disuasorio”
- establecer unos conciertos con los países emisores para la contratación de trabajadores en origen con todas las garantías y derechos, evitando la marginalidad y la ilegalidad.
-es necesario concienciar a la sociedad, prescindiendo de lo políticamente correcto, de lo que implica el eliminar las fronteras, lo que implicaría una entrada de muchos millones de inmigrantes, cientos de millones en un caso extremo, que los recursos son limitados, el espacio es limitado, la capacidad de prestar servicios sociales como sanidad, educación, subsidios,… es muy limitada, que el hacinar personas degrada la calidad de vida, incrementa el precio de la vivienda y de los demás bienes, incrementa la delincuencia y la pobreza,… Ese loable sentimiento caritativo hacia los más desfavorecidos no puede nublar la razón de la sociedad hasta hacerle creer que derribando las fronteras se solucionarían los problemas de los que están en el otro lado.


La perniciosa demagogia de grupos políticos y el ciego corporativismo de colectivos de inmigrantes, o algunas ONGs (entre otros) pueden acabar generando un rechazo soterrado y, lo que es peor, la muerte de muchos inmigrantes. Es un tema demasiado grave para frivolizar con él. El condenar las vallas o las “cuchillas” cuando una avalancha humana las violenta, el arremeter contra las Fuerzas de Seguridad que detienen a quienes intentan entrar ilegalmente, el acoso y derribo al Gobierno cuando mueren personas ahogadas en el mar o asfixiadas en un tráiler, las agresiones verbales a quienes proponen políticas serias y sensatas, el insultar con el vocablo “racista” a quien piense diferente, …  el efecto que produce es el de incitar a millones de personas. Se sienten respaldados y se animan a dejar su tierra y su familia, a pasar penurias y peligros en el camino a la frontera, a jugarse la vida para cruzarla, a la clandestinidad una vez cruzada, y en muchas ocasiones a malvivir en un país desconocido, con una lengua que quizás no hablan, en una cultura extraña, con costumbres y alimentación diferentes, sin familiares ni arraigo, subsistiendo de cualquier manera.


Y los culpables, en cierta medida, de tantos padecimientos, tantas muertes, son esos que animan a los inmigrantes a entrar de cualquier manera ofreciéndoles una falsa seguridad de respaldo desde la política, las instituciones, las organizaciones,… El mensaje debe ser claro, inequívoco: sólo se entra legalmente. Sólo así se evitará tanto sufrimiento y muerte intentando cruzar la frontera. Los que se aprovechan de las desgracias de los inmigrantes para sacar rendimiento político son culpables de esas tragedias en la medida que están dando esperanzas a quienes quieren entrar ilegalmente jugándose la vida. Las fronteras deben estar abiertas o cerradas, con todas las consecuencias. La actitud política debe ser a favor o en contra de la inmigración ilegal, con todas sus consecuencias. Las medias tintas sólo sirven para seguir acumulando sufrimiento y muerte. Podemos ser solidarios, pero de verdad. Podemos derribar las alambradas, las cuchillas, quitar a los guardiaciviles, que se pueda entrar en España como podemos entrar en Portugal. Y hay que ser coherentes, claro. Los inmigrantes no vendrían por miles, vendrían por millones, sin duda. Por supuesto, habría que proporcionarles los mismos servicios que a cualquier español y garantizarles una vida digna con un subsidio hasta que encontrasen un empleo. Evidentemente, ese dinero debería salir de las arcas del Estado. El estado no puede subir aún más los impuestos a una economía que ya tiene estrangulada. Por tanto, el dinero lo tendría que sacar de las partidas ya existentes. Y no puede ser de la Sanidad, Educación,… porque sería ofrecer a esos inmigrantes unos servicios de segunda categoría. Y como Zapatero bajó el sueldo a los funcionarios un 5% por una crisis que comenzaba, en este caso habría que recortar por ahí también. Se podría repercutir en todos los sueldos públicos, desde los funcionarios a los diputados o senaddores, pasando por los empleados y directivos de las ONGs. De este modo, elfuncionario que cobra 2.000 € podría pasar a cobrar 500 €, como están cobrando tantos otros, y así se podría pagar un subsidio de 500 € a tres inmigrantes por cada sueldo público (o más), sin mermar la calidad de los servicios que se les presten. Eso es solidaridad.


En conclusión, e ironías aparte, la inmigración debe estar adecuadamente regulada. Debe facilitarse la entrada de tantos inmigrantes como sean necesarios. Todos los inmigrantes que haya deben tener su situación perfectamente regularizada. Todos deben cumplir con todas sus obligaciones y disfrutar de todos sus derechos. Todos deben tener completo y libre acceso a los mismos servicios sociales que cualquier español (no más, y no menos). Todos los inmigrantes que estén de forma ilegal o irregular deben ser deportados y se debe dar la máxima publicidad a las deportaciones como efecto disuasorio, en contraposición del efecto llamada. La sociedad receptora debe estar concienciada en el respeto y aceptación de los inmigrantes y los inmigrantes deben respetar e integrarse en la sociedad que los acoge, evitando guetos. Los inmigrantes que cometan faltas y pequeños delitos deben ser tratados de la misma forma que si fuesen españoles. Los inmigrantes que cometan delitos graves deben ser deportados para evitar que se pueda asociar la inmigración con la delincuencia salvaje. Es necesario que las ONGs se dediquen a ayudar y no a sembrar cizaña. Es necesario que los políticos aparquen la demagogia y la hipocresía y traten el tema con responsabilidad. Es necesario acabar con las políticas populacheras. Es necesaria una regeneración democrática.