jueves, 13 de noviembre de 2014

Privatización de Servicios Púbicos



En los últimos años se ha establecido una preocupante relación entre los políticos, las empresas y la privatización y concesión de explotación de servicios públicos. Agotado el chorreo de dinero del ladrillo, parece que la nueva fuente de ingresos para ciertas empresas y ciertos políticos es la privatización de lo público.

Los ciudadanos están viendo con sorpresa e indignación cómo los políticos están desmantelando en cuatro días la gran red de servicios públicos construidos a lo largo de las últimas décadas y que constituían el armazón del Estado del Bienestar. Vemos cómo se privatizan desde el suministro de agua al alumbrado público. Desde la recogida de basuras a las plazas de aparcamiento en la calle. Desde la gestión de los hospitales al Registro Civil. Desde la producción de contenidos para las televisiones públicas a las telecomunicaciones. Hasta el extremo de que las tareas propias de las Administraciones Públicas (como la gestión de documentos o la seguridad de los Ministerios) se contratan con empresas privadas. 


Nos cuentan que la gestión privada es más eficaz. En ese caso, los gestores públicos deberían dimitir por incompetentes. Nos cuentan que la gestión privada es más barata. En ese caso, los gestores públicos deberían dimitir por incompetentes y por mentirosos: estamos viendo cómo, en cuanto privatizan algo, enseguida nos cuesta más caro. La limpieza viaria privada es un 71% más cara que la pública. Y la calidad… ¿Qué calidad? La gestión documental que hacía la Administración de las pensiones, partes de baja, orfandad,..   la contratan con la filial de una gran empresa, la cual lo subcontrata a una empresa pequeña, la cual busca en internet a unos chavales dispuestos a trabajar por cuatro duros. ¿Qué calidad cabe esperar de los chavales contratados por cuatro duros por una subcontrata, contratada por una contrata, contratada por una Administración Pública?  Pues que en cuanto encuentren algo mejor se vayan, dejando la subcontrata de la contrata de la Administración  Pública constantemente sin personal realmente cualificado para ese puesto.


Como ejemplo paradigmático, se puede hablar de cierto pueblo (de cuyo nombre no quiero acordarme) en el que la eterna promesa ha sido la construcción de una piscina pública. Los distintos partidos que lo han gobernado la prometieron antes de ser elegidos y una vez elegidos lo incumplieron. Los ciudadanos empezaron a construirse sus propias piscinas privadas en sus casas. Al tiempo, se creó una mancomunidad de municipios para surtirse de agua potable. Se construyó un carísimo embalse, canalizaciones, depuradora,… Todo con dinero público, por supuesto. Cuando está todo perfectamente operativo, se le concede a una empresa la explotación del servicio de aguas. Automáticamente suben el precio, pero no la calidad del servicio. De hecho, se averió la depuradora, los pueblos de la zona estuvieron sin agua en sus casas varios días y encima, el coste de la reparación se la cargaron a los ciudadanos. Para mear y no echar gota. 


El resultado de esta privatización ha sido que, en un momento de grave crisis económica, con muchas familias pasando penurias, los ciudadanos no pueden tener un huerto que ayude a la paupérrima economía familiar porque no pueden pagar el agua necesaria. Los vecinos no pueden bañarse en su piscina porque sale muy caro el llenarla y tampoco pueden usar la piscina pública porque siguen sin disponer de ella. 


¿En qué ha beneficiado a los ciudadanos la privatización del servicio de aguas? ¿Quién se ha beneficiado de la privatización? ¿La empresa concesionaria? ¿Los alcaldes de los pueblos? ¿Algún intermediario? ¿Cómo es posible que estén privatizando todo lo público al mismo tiempo que crece el número de Administraciones Públicas, de empleados públicos, de empresas públicas, de instituciones públicas, de observatorios públicos… ?


Algo huele a podrido en Dinamarca. Las cuentas no me cuadran. Los ciudadanos están indignados.  Los políticos a lo suyo, de espaldas a la ciudadanía y mangoneando los caudales y los servicios públicos. Hay que revertir esta situación. Tenemos infraestructuras, empleados, instituciones, administraciones y medios públicos suficientes para gestionar los recursos y los servicios públicos.  Es necesario acabar con el expolio. Es necesario pararles los pies a los políticos y encarcelar a los corruptos. Es necesario que los ciudadanos exijan que les devuelvan lo que es suyo. Es necesario que los políticos trabajen para los ciudadanos y no para sí y para sus partidos. Es necesaria una regeneración democrática.



viernes, 22 de agosto de 2014

Transparencia


 “Transparencia no es esto (mostrando un vaso con agua). Transparencia es la buena gestión…”, decía un concejal del PP en un pleno del Ayuntamiento. Pues no, Sr. Molina, no. Transparencia es la cualidad que tienen algunos materiales para dejar pasar la luz a su través, permitiendo que se vea lo que hay detrás, sin ocultar nada. Ese es el sentido que tiene el concepto TRANSPARENCIA en política: que no se oculte nada, que los ciudadanos puedan conocer dónde se gasta cada euro de los que aportan ellos al fisco, y el que pretender ocultar se convierte en sospechoso. No podemos olvidar que tenemos una serie de Administraciones Públicas para que nos proporcionen los servicios que necesitamos los ciudadanos: Sanidad, Justicia, Educación, Seguridad, Infraestructuras, Servicios Sociales, Cultura,… Y para ello aportamos grandes cantidades de dinero. Y ese dinero no lo aportamos los ciudadanos para que lo mangoneen a su antojo, ni para que nos impidan el conocer qué han hecho con él, a quién se lo han dado o para qué.

La Transparencia es crucial. Si existiese Transparencia, no existirían muchos de los problemas que hoy tenemos, al menos no con esta magnitud. Quizás no existirían la mayoría de ellos. Por eso resulta preocupante y hasta sospechoso el que casi todos los partidos políticos rehúyan la Transparencia. Para muestra un botón. UPyD pidió en el Congreso una ley de Transparencia en varias ocasiones. En todas ellas la tumbaron los votos en contra del PP y del PSOE, entre otros. Entonces, UPyD pidió que se publicasen en la página WEB del Congreso las nóminas de los Diputados, para que los ciudadanos sepan lo que pagan a sus representantes. También lo tumbó el PPSOE. Vale, pues entonces pidió UPyD que la página WEB del Congreso publicase las nóminas de los diputados de UPyD, que desde siempre han sido públicas en la página Web del propio UPyD. Pues una vez más se lo echaron para atrás. Pero el mensaje va llegando a la gente. Y la gente está harta de corruptelas, corrupciones, ocultación, mangoneos,… y un día, de la noche a la mañana, el Presidente del Congreso decidió publicar las nóminas de todos los diputados en la página Web del Congreso. Y, a renglón seguido, sacaron una ley de Transparencia que aprobaron con los votos del PPSOE. Por supuesto, y como suele suceder en estos caso, la nueva ley se llama de Transparencia, aparenta Transparencia,… pero sin que se transparente gran cosa ;-)


UPyD es el único partido que tiene un sobresaliente en Transparencia según Transparencia Internacional. Casi todos los otros partidos suspenden, incluidos el PPSOE, por supuesto. Y ese sobresaliente nivel de Transparencia deberían tenerlo todos los partidos, las administraciones públicas, los sindicatos, las ONGs,… y todas las organizaciones que se nutran de dinero público. Es que todas ellas deberían publicar, en un lugar de fácil acceso, dónde va a parar cada céntimo de dinero público. Es que si se publicasen los contratos que se hacen, a quién se le hacen, con qué condiciones, los costes previstos de las obras, los costes reales a final de obra, los sueldos que se pagan a unos y otros, las dietas, los privilegios, las concesiones,… habría menos corrupción, por un lado, y los ciudadanos tendríamos más claro a quién no debemos votar, por otro. Porque si vemos que el alcalde del pueblo trocea los contratos para no tener que sacarlos a concurso público, y que todos se los adjudica al mismo empresario, y que resulta que es el testaferro de tal cargo público,… pues otro gallo cantaría.


Si existiese transparencia, quizás no existiría el despilfarro de la administración paralela, quizás no existirían tantos enchufados, quizás no se daría dinero público a los amiguetes, quizás la ciudadanía exigiría la eliminación de los entes duplicados, quizás protestaríamos por la constante emisión de deuda pública para mantener el chiringuito de los de siempre,…


Por eso es necesaria una auténtica ley de Transparencia, no la simulación que han hecho para justificarse. Es necesario que los ciudadanos se conciencien y exijan su derecho a saber qué se hace con su dinero y quién se lo gasta y en qué. Es necesario que los políticos se apeen de su Olimpo y rindan cuentas a los ciudadanos. Es necesaria una regeneración democrática.


martes, 10 de junio de 2014

El debate monarquía-república

El Rey ha abdicado la corona y al instante ha saltado el debate. Un debate que en realidad no lo es. Realmente han sido ciertos colectivos y ciudadanos los que han aprovechado la coyuntura para pedir la república (una vez más).

Empecemos por el principio y simplificando:
¿Qué es una monarquía? Eso lo tenemos claro: un Gobierno en el que la más alta autoridad la ostenta un Rey. Esa pregunta es fácil
¿Qué es una república? Pues cualquier forma de gobierno en que no existe un Rey. Esta también es fácil.
Cuando se pide una república, ¿qué se está pidiendo? Eso ya es más complicado. Tan república es el “capitalismo salvaje” de los democráticos EE. UU. de América como el socialismo de la dictadura militar de la URSS. 


Lo que se ve en televisión son jóvenes enarbolando banderas de la II República con nostalgia de algo que nunca han conocido. ¿Realmente quieren que vuelva aquello? Lo primero que hizo la república fue el prohibir los partidos monárquicos y el establecer la censura en los medios de comunicación. Aquella fue una época muy convulsa, con constantes huelgas y manifestaciones que solían acabar con un montón de heridos y varios muertos. En aquella república las distintas ideologías iban armadas por la calle, constituidas en milicias. Los fascistas de la Falenge, los tradicionalistas de los Carlistas, los anarquistas de la CNT y de las FAI, los sindicalistas de la UGT, las Juventudes Socialistas,… todos iban armados y haciendo uso de las armas y dejando muertos por las calles y las cunetas por tener otra ideología política. Que no cuenten conmigo para una república tan antidemocrática, represora y violenta. Para muestra lo ocurrido en Casas Viejas cuando los Guardias de Asalto masacraron a unos anarquistas que se metieron de ocupas. “Ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga”, cuentan que ordenó Azaña. Otros dicen que el Presidente de la República no dio tal orden. Pero los muertos matados quedaron.
 

Cada cual da sus argumentos a favor de la república. Algunos aluden a la corrupción, como si los actuales corruptos fuesen a volverse honestos al ser imbuidos por los valores republicanos. O como si los sucesivos políticos que fuesen desembarcando en la Presidencia de la República no fuesen a maniobrar para colocarse después en algún consejo de dirección de alguna multinacional o como si sus familiares, amigos, camarillas, asesores,.. fuesen inmunes a la tentación del dinero público.
 

Otros pretenden justificarla amparándose en los valores democráticos. Paradójicamente, suelen ser los mismos que admiran y apoyan las dictaduras socialistas como la soviética o la cubana. Aún no he oído a nadie pedir que se pueda elegir democráticamente a ningún cargo más que al Presidente de la República. ¿Ya? ¿Ahí se acaba la democracia? ¿Por qué no podemos elegir a los Ministros? ¿Por qué no podemos elegir a los embajadores que nos representarán en todo el mundo? ¿Por qué no podemos elegir a los altos funcionarios que decidirán cómo se aplican las políticas o cómo se han de interpretar las leyes que nos pueden meter en la cárcel? ¿Por qué no podemos elegir a los cargos mejor pagados, los de las Diputaciones Provinciales? ¿Por qué no podemos elegir a los jueces o a los policías como en Estados Unidos?... Pues porque el tema de la elección democrática no es el motivo, sino la excusa que utilizan algunos para justificar la imposición de una república.
 

Los hay que pretenden desprestigiar el concepto Monarquía presentándolo como algo anacrónico. Se les olvida que las repúblicas también tienen miles de años, que se lo pregunten a los antiguos romanos o a los antiguos atenienses. De hecho, ya escribió Aristóteles sobre su concepto de República. Y evolución y actualización de la monarquía ha sido constante hasta llegar a la monarquía parlamentaria, que en esencia es una república hereditaria.  
 

Y no es que yo prefiera la monarquía a la república, como tampoco prefiero la república a la monarquía. Pero existe un concepto que se define como “lealtad institucional”, que algún valor debiera tener. Y si se cambia algo debe ser para mejorar. Cambiar por cambiar es una estupidez a la par que una temeridad, porque no sabes cómo te va a salir el experimento. Desde la monarquía, la propia inercia me frena el paso a la república, como desde la república la misma inercia me obstaculizaría el acercamiento a la monarquía. Porque no hay ninguna razón de peso. Porque el único motivo que tienen muchos es ideológico, y esas ideologías ya derramaron demasiada sangre en el siglo XX como para actuar de garantistas ahora. Los problemas de España y de los españoles no se solucionan cambiando a un Rey por un Presidente de República. Lo imprescindible es que las  instituciones funcionen. Lo que importa es una auténtica ley de transparencia. Lo necesario es que todos seamos iguales ante la ley. Lo urgente es que los políticos pasen de las algaradas ideológicas y de los intereses partidistas a centrarse en solucionar los problemas de los ciudadanos, que es su obligación. Lo irrenunciable es que las Administraciones se dediquen a servir a los ciudadanos en lugar de utilizarlos como fuente de ingresos por cualquier vía y con malas maneras. Realmente no es necesario un cambio en el tipo de jefatura del Estado, lo que sí es necesaria es una profunda regeneración democrática.

domingo, 27 de abril de 2014

El prohibicionismo.



Después de casi 40 años de dictadura, se vivió en España aquella alocada y reivindicativa época de la Transición. Se exhibía por entonces aquel juego de palabras, de apariencia incongruente, de Mayo del 68: “Prohibido prohibir”. Los carteles rogaban o pedían las cosas con amabilidad: “Se ruega silencio”, “No fumen, por favor”. Una vez consolida la democracia y probadas las mieles de la libertad por los ciudadanos, los políticos empezaron a controlar cada vez más la vida de las personas, restringiendo libertades. Los carteles ahora se mostraban negacionistas: “No pasar”, “No fumar”,… Como ya había muerto el dictador y se podía hablar libremente, se importó de EE. UU. una nueva tendencia que cercenaba de raíz la libertad de expresión a modo de “autocensura”: lo políticamente correcto. Una vuelta a la censura dentro de la ansiada democracia. Y avanzando el tiempo, los partidos políticos se convirtieron en organizaciones todopoderosas, corruptas, liberticidas y antidemocráticas cargándose la separación de poderes y haciendo ineficaces los mecanismos que los controlaban. Entonces las leyes cada día eran más estrechas, los ciudadanos más controlados, los derechos y libertades mermados. Los carteles ya no disimulaban: “Prohibido fumar”, “Prohibido pasar”,…
 

Hábilmente, han ido dosificando y promocionando todo este proceso con sutiliza consiguiendo que haya calado en la sociedad y que ésta no sólo no se oponga, sino que se haga partícipe. Si la juventud de antes era rebelde y contestataria, la de ahora es sumisa y colaboracionista. Es preocupante el ver cómo muchos ciudadanos y gran parte de los aspirantes a políticos pretenden solucionar problemas o cambiar las cosas a base de prohibiciones, por no hablar de los dirigentes políticos, claro. Podemos ver a quienes pretenden un Estado laico exigiendo que se prohíba a los legionarios participar en las procesiones del Cristo de la Buena Muerte, prohibiendo los crucifijos en los colegios o prohibiendo los capellanes en los ejércitos (por poner un ejemplo). Veo con sorpresa e incredulidad a muchos jóvenes defendiendo el que se prohíba beber, fumar, pasar un límite de velocidad, o realizar ciertas actividades porque es por nuestro bien. ¡Claro que es por nuestro bien! Franco también perseguía a los comunistas, imponía el catolicismo o fusilaba a los terroristas por nuestro bien. Los que mandan, cada hostia que nos dan, es siempre por nuestro bien. Gracias.
 

Así, tras la tragedia del Madrid Arena, lo primero que dijo la alcaldesa de Madrid fue que en Madrid no volvería a pasar otra tragedia como aquella porque se prohibirían ese tipo de celebraciones. Y es que cuanto más inútil es un político, más rápidamente recurre a la prohibición para solucionar los problemas. Ni se plantean usar el cerebro para encontrar una buena solución.
 

Es ya legendaria la lentitud en la Administración de Justicia. Pues al Ministro no se le ha ocurrido otra solución que poner tasas y legislar que quien pierda sus demandas tenga que pagar las costas del juicio. Al ritmo que va este Ministro, cualquier día se le ocurre la solución definitiva a la saturación de los juzgados: prohibir pleitear a los ciudadanos.
 

El feminismo de género ha alcanzado el colmo de la prohibición llevándola hasta la represión: como algunas decenas de hombres matan a sus parejas, han convertido a todos los millones de hombres inocentes en presuntos culpables. Ante cualquier denuncia de una mujer (por muy evidentemente falsa que sea), el hombre será condenado sin juicio mediante medidas cautelares, y cuando llegue el juicio tendrá que demostrar su inocencia, si fuese posible. Caso contrario será condenado de nuevo, por muy inocente que sea. Y con la implantación de esta terrible ideología ya se puede anular de un plumazo los derechos más fundamentales de un ciudadano como son la libertad de movimientos, la libertad de expresión, el derecho a participar en la educación de los hijos, el derecho a participar activamente en política… hasta pueden prohibir a los padres el ver y comunicarse con sus propios hijos en un acto propio de secuestradores.
 

Pero si es que ya está prohibido cortar una caña para blanquear, si te pilla la guardia Civil te meten una buena multa. Está prohibido pegarle tiros a una lata con la escopeta de balines, como te pille la Guardia Civil te quitan la escopeta y se te cae el pelo. Si es que te apetece un paseo en piragua por el Guadiana y no puedes porque también lo han prohibido. Las cosas más inocentes, cotidianas o que ayudaban a la economía familiar (como vender peces pescados en el río) ya están prohibidas. Que da la sensación de que todo está prohibido.
 

Comparando la dictadura de Franco con la democracia actual vemos algunas diferencias, por ejemplo, ahora no existe la pena de muerte, los periódicos tienen libertad para publicar (siempre que respeten la censura de lo políticamente correcto) y ahora hay más cosas prohibidas que en la dictadura. Cuando en una democracia hay más prohibiciones y, en ciertos aspectos, menos libertades que en una dictadura es porque algo está fallando. Pero si es que ya hasta muchos chistes los quieren convertir en delitos. Evidentemente, los que sean contrarios a la doctrina de lo políticamente correcto. Sólo les falta rescatar aquella frase del franquismo: “En España existe libertad, lo que no se consiente es el libertinaje”.
 

Lamentablemente, el Cuarto Poder, los informativos de la tele, esos que no saben dar una buena noticia, prescinden de limitarse a transmitir una información o un relato de hechos, y devienen en una revista sensacionalista, morbosa, macabra, regodeándose en los dramas humanos, explayándose en los detalles más hirientes y despreciables, y produciendo intencionadamente la sensación de impunidad de los malhechores y de indefensión de la sociedad, creando así en los ciudadanos una necesidad de clamar por mano dura, por leyes que prohíban esas situaciones sin que el ciudadano se dé cuenta de que andamos sobrados de prohibiciones y de mecanismos de represión en lo que a la ciudadanía de a pie afecta.  Y los políticos, unos por incompetentes, otros obnubilados por su ideología, otros simplemente porque es lo más fácil y porque les sirve para justificar el sueldo, van y sacan una nueva ley con una nueva prohibición o modifican una ley anterior a la que le añaden otra prohibición o le dan una vuelta de rosca más a la prohibición ya existente. Y aquí nadie parece darse cuenta de que la prohibición y la represión no son la solución inmediata a los problemas. De hecho, pueden crear otros nuevos. Y es que si la prohibición y la represión solucionasen los problemas, las dictaduras serian eternas.
 

Hay que buscar a los problemas soluciones prácticas, hábiles, creativas y eficaces, buscando el bienestar de los ciudadanos y evitando el recortar sus derechos y libertades. Hay que averiguar la raíz de los problemas y solucionarlos allí, en lugar de atajar por el camino fácil prohibiendo los síntomas. Hay que exigirle a los políticos que se descabalguen de la respuesta fácil de lo políticamente correcto y que cojan el toro por los cuernos. Es necesario que se legisle pensando en los ciudadanos, en sus derechos y en su bienestar. Es necesario que se cese en el prohibicionismo. Es necesaria una regeneración democrática. 

domingo, 9 de marzo de 2014

Día 8 de Marzo, ¿día de la Mujer trabajadora, o día del feminismo de género?



El camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres ha sido largo y costoso. De hecho, la conciencia social e institucional sobre la igualdad es muy reciente. La celebración del día de la mujer por las Naciones Unidas comenzó el 8 de Marzo de 1975. Más que un día de celebración, era un día de concienciación, pues aún quedaba mucho por hacer para vislumbrar una sociedad igualitaria tanto legal, como social, como profesionalmente.

A estas alturas del siglo XXI podemos ver el efecto tan positivo que tiene la participación activa de la mujer en la sociedad, la política, la economía,… Entre otas cosas, nos ha hecho a todos y a todas más independientes; y por tanto, más libres.


Aún queda camino por andar, sin lugar a dudas. Pero ha sido tan grande la transformación legal y social, que hemos llegado a un punto de búsqueda de equilibrio en cuanto a derechos y obligaciones de hombres y mujeres. Un ejemplo claro es la custodia de los hijos. Tradicionalmente, en el patriarcado, en el machismo, eso era cosa de mujeres. Luego, con el feminismo, se prefería dársela a las mujeres por las ventajas que les otorgaba: generalmente una vivienda y unas prebendas económicas. Pero todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La mujer de hoy no es mujer de la Transición. La mujer de hoy quiere (y necesita) un empleo. La mujer de hoy quiere y desea tener vida social, realizar deportes, participar en actos y eventos… La mujer de hoy quiere (la que quiera) rehacer su vida con otro hombre. Y el tiempo es limitado, y los recursos económicos son limitados, y las energías son limitadas, y no se puede estar en misa y repicando las campanas.  Por tanto, a fecha de hoy, la custodia exclusiva para la mujer más que un premio puede ser un castigo.
 

Este creo que debe ser el enfoque de la nueva igualdad para las mujeres. Ya no es cuestión de leyes o de apoyo institucional, que lo tienen. Ahora debemos centrarnos en ofrecer más autonomía a las mujeres para que puedan ser ellas mismas, sin que su vida tenga que estar tutelada por los hombres (padre o marido) como antiguamente, ni por el Estado como pretende el feminismo. Se trata de romper las cadenas, de evitar los prejuicios. Ni es aceptable que el cocinar, lavar, coser,… sean cosas de mujeres (como se consideraba en el machismo), ni se debe fomentar el rechazo a esas tareas porque el que las haga una mujer se considere machismo (como impone el feminismo). Ni el machismo ni el feminismo dan libertad a las mujeres. La que quiera coser, que cosa. La que quiera coger el cemento, los ladrillos, la paleta, y hacerle una caseta al perro, que lo haga. Porque no hay tareas de hombre ni tareas de mujeres. Porque el decirles a las mujeres lo que pueden y lo que no pueden hacer no es libertad, sino todo lo contrario.

Y debe quedar claro que en España el día 8 de Marzo es el día de la mujer trabajadora, no el día de la Ideología de Género. Y no se debe permitir que esta ideología discriminatoria y represora se apropie de este día y se arrogue la representación de las mujeres. Esas cuatro lesbianas desarrapadas que odian a los hombres no representan a las mujeres, porque la mayoría de las mujeres no son lesbianas, ni les gusta ir desarrapadas o disfrazadas de machos, ni odian a los hombres. Esas que salen el día 8 a la calle gritando amenazas del tipo: “Somos malas y podemos ser peores” no representan a las mujeres, porque la mayoría de las mujeres no van amenazando por la calle. Esas androfóbicas que gritan por las calles: “¡Estamos hasta el coño de tantos cojones!” no representan a las mujeres, porque la mayoría de las mujeres no van escupiendo groserías a su paso.

 
Por tanto, mujeres y hombres de la Ideología de Género, no aprovechen el día de la mujer para sembrar el odio en este país cainita. En esta España de Carlistas contra Isabelinos, de Republicanos contra Nacionales, no quieran convertirla en la España de Hembras contra Machos. Las mujeres no quieren que las azucen a la confrontación. Las mujeres quieren y necesitan que las comprendan, que las apoyen, que las dejen ser y hacer y que las ayuden cuando lo necesitan, igual que los hombres. Y las cuatro que sienten ese odio tan intenso y tan destructivo… pues para eso están los profesionales de la salud mental.


Es necesario otro enfoque en el apoyo a las mujeres. Es necesario librarlas de lastres para que por fin tengan libertad de movimientos. Es necesario que se liberen de las imposiciones doctrinales e ideológicas ajenas para poder ser lo que realmente quieran ser. Es necesaria una regeneración democrática.
 







martes, 25 de febrero de 2014

La inmigración


Los flujos migratorios son parte de la Historia de la humanidad. Desde las migraciones humanas impuestas por Alejandro Magno para fusionar las razas y culturas de su enorme imperio, con la intención de crear una única entidad política y social, hasta las migraciones de los pueblos bárbaros. Aquellos pueblos germánicos, nórdicos o esteparios que buscaban nuevas y mejores tierras en las que asentarse o que simplemente huían de la presión expansionista de otros pueblos aledaños. Sin olvidar las conquistas y colonización de Las Américas por parte de los españoles, entre otros muchos casos. En la actualidad los movimientos migratorios son (básicamente) de dos tipos: los refugiados que huyen de guerras crueles o los que buscan una vida mejor en los pretendidos paraísos económicos que aparentan ser los países industrializados.

El análisis de éstas últimas resulta arduo al implicar a gran número de diferentes pueblos, culturas, religiones, niveles culturales, orígenes geográficos,… Pero en general se pueden observar dos efectos comunes: el beneficio económico que han representado por su aportación a la economía como capital humano y el miedo o rechazo que han podido llegar a producir en algunas zonas o sectores de la población.


En un tiempo de bonanza económica, donde se necesita gran cantidad de mano de obra y técnicos cualificados, es muy deseable la recepción de inmigrantes para el crecimiento económico. Claro que los inmigrantes no se dedican sólo a trabajar, también necesitan de servicios sociales como hospitales, colegios, cursos de idioma, mezquitas, centros de acogida,… que implican unos costes para la sociedad que los acoge. A lo que habría que añadir todos los efectos propios de un importante aumento de la población.

Así, podríamos decir que una cierta cantidad de inmigración es positiva, pero que una inmigración descontrolada puede resultar negativa. Por tanto, no se pueden abrir las puertas de par en par a la inmigración porque los recursos son limitados y la capacidad de absorción por parte de la sociedad receptora también lo es.

Lamentablemente, este tema tan importante en lo económico, en lo social y en lo humano suele utilizarse demagógicamente por los políticos, ONGs y parte de la sociedad. Y es un tema tan importante, especialmente en lo humano, que debería tratarse en serio y con rigor.

Se ha llegado a caer en la ingenuidad pueril de presuponer que la inmigración será la solución a graves problemas de occidente como son el descenso de la natalidad y el futuro pago de las pensiones. Los inmigrantes vienen en época de bonanza económica, como es lógico. En épocas de dificultades económicas vuelven a emigrar, como los nómadas, en busca de pastos frescos. No tienen arraigo. Con lo que es en épocas de dificultad, precisamente, cuando no podemos contar con ellos para solucionar los problemas demográficos o de pago de pensiones.


Por supuesto, aún en época de grave crisis económica continúa la voluntad migratoria desde los países más desfavorecidos hacia los que mejor están. Pero cuando los países ricos tienen altos índices de desempleo, endeudamiento, recortes económicos y sociales,… el aumentar la población, una población necesitada, implica el agravar los problemas.


La inmigración no debe plantearse como una obra de caridad de los ricos a los pobres, ni como una oportunidad de los ricos para aprovecharse de los pobres, ni como una parasitación de los pobres que pretenden aprovecharse de los ricos. La inmigración debe enfocarse desde la simbiosis. La inmigración es beneficiosa para todos cuando está adecuadamente regulada. Y para ello es necesario:
- minimizar el “efecto llamada”, tanto aplicando las leyes, como con campañas informativas y divulgativas en España y en los países de procedencia de los inmigrantes.
- acabar con las bolsas de inmigrante ilegales regularizando su situación o deportándolos, según proceda. De preferencia la segunda opción y con mucha publicidad, como “efecto disuasorio”
- establecer unos conciertos con los países emisores para la contratación de trabajadores en origen con todas las garantías y derechos, evitando la marginalidad y la ilegalidad.
-es necesario concienciar a la sociedad, prescindiendo de lo políticamente correcto, de lo que implica el eliminar las fronteras, lo que implicaría una entrada de muchos millones de inmigrantes, cientos de millones en un caso extremo, que los recursos son limitados, el espacio es limitado, la capacidad de prestar servicios sociales como sanidad, educación, subsidios,… es muy limitada, que el hacinar personas degrada la calidad de vida, incrementa el precio de la vivienda y de los demás bienes, incrementa la delincuencia y la pobreza,… Ese loable sentimiento caritativo hacia los más desfavorecidos no puede nublar la razón de la sociedad hasta hacerle creer que derribando las fronteras se solucionarían los problemas de los que están en el otro lado.


La perniciosa demagogia de grupos políticos y el ciego corporativismo de colectivos de inmigrantes, o algunas ONGs (entre otros) pueden acabar generando un rechazo soterrado y, lo que es peor, la muerte de muchos inmigrantes. Es un tema demasiado grave para frivolizar con él. El condenar las vallas o las “cuchillas” cuando una avalancha humana las violenta, el arremeter contra las Fuerzas de Seguridad que detienen a quienes intentan entrar ilegalmente, el acoso y derribo al Gobierno cuando mueren personas ahogadas en el mar o asfixiadas en un tráiler, las agresiones verbales a quienes proponen políticas serias y sensatas, el insultar con el vocablo “racista” a quien piense diferente, …  el efecto que produce es el de incitar a millones de personas. Se sienten respaldados y se animan a dejar su tierra y su familia, a pasar penurias y peligros en el camino a la frontera, a jugarse la vida para cruzarla, a la clandestinidad una vez cruzada, y en muchas ocasiones a malvivir en un país desconocido, con una lengua que quizás no hablan, en una cultura extraña, con costumbres y alimentación diferentes, sin familiares ni arraigo, subsistiendo de cualquier manera.


Y los culpables, en cierta medida, de tantos padecimientos, tantas muertes, son esos que animan a los inmigrantes a entrar de cualquier manera ofreciéndoles una falsa seguridad de respaldo desde la política, las instituciones, las organizaciones,… El mensaje debe ser claro, inequívoco: sólo se entra legalmente. Sólo así se evitará tanto sufrimiento y muerte intentando cruzar la frontera. Los que se aprovechan de las desgracias de los inmigrantes para sacar rendimiento político son culpables de esas tragedias en la medida que están dando esperanzas a quienes quieren entrar ilegalmente jugándose la vida. Las fronteras deben estar abiertas o cerradas, con todas las consecuencias. La actitud política debe ser a favor o en contra de la inmigración ilegal, con todas sus consecuencias. Las medias tintas sólo sirven para seguir acumulando sufrimiento y muerte. Podemos ser solidarios, pero de verdad. Podemos derribar las alambradas, las cuchillas, quitar a los guardiaciviles, que se pueda entrar en España como podemos entrar en Portugal. Y hay que ser coherentes, claro. Los inmigrantes no vendrían por miles, vendrían por millones, sin duda. Por supuesto, habría que proporcionarles los mismos servicios que a cualquier español y garantizarles una vida digna con un subsidio hasta que encontrasen un empleo. Evidentemente, ese dinero debería salir de las arcas del Estado. El estado no puede subir aún más los impuestos a una economía que ya tiene estrangulada. Por tanto, el dinero lo tendría que sacar de las partidas ya existentes. Y no puede ser de la Sanidad, Educación,… porque sería ofrecer a esos inmigrantes unos servicios de segunda categoría. Y como Zapatero bajó el sueldo a los funcionarios un 5% por una crisis que comenzaba, en este caso habría que recortar por ahí también. Se podría repercutir en todos los sueldos públicos, desde los funcionarios a los diputados o senaddores, pasando por los empleados y directivos de las ONGs. De este modo, elfuncionario que cobra 2.000 € podría pasar a cobrar 500 €, como están cobrando tantos otros, y así se podría pagar un subsidio de 500 € a tres inmigrantes por cada sueldo público (o más), sin mermar la calidad de los servicios que se les presten. Eso es solidaridad.


En conclusión, e ironías aparte, la inmigración debe estar adecuadamente regulada. Debe facilitarse la entrada de tantos inmigrantes como sean necesarios. Todos los inmigrantes que haya deben tener su situación perfectamente regularizada. Todos deben cumplir con todas sus obligaciones y disfrutar de todos sus derechos. Todos deben tener completo y libre acceso a los mismos servicios sociales que cualquier español (no más, y no menos). Todos los inmigrantes que estén de forma ilegal o irregular deben ser deportados y se debe dar la máxima publicidad a las deportaciones como efecto disuasorio, en contraposición del efecto llamada. La sociedad receptora debe estar concienciada en el respeto y aceptación de los inmigrantes y los inmigrantes deben respetar e integrarse en la sociedad que los acoge, evitando guetos. Los inmigrantes que cometan faltas y pequeños delitos deben ser tratados de la misma forma que si fuesen españoles. Los inmigrantes que cometan delitos graves deben ser deportados para evitar que se pueda asociar la inmigración con la delincuencia salvaje. Es necesario que las ONGs se dediquen a ayudar y no a sembrar cizaña. Es necesario que los políticos aparquen la demagogia y la hipocresía y traten el tema con responsabilidad. Es necesario acabar con las políticas populacheras. Es necesaria una regeneración democrática.